miércoles, octubre 01, 2008

Crisis financiera y gestión ambiental

Sorprendidos y azorados frente a la implosión del sistema financiero internacional, nos preguntamos sobre sus posibles consecuencias sobre la gestión ambiental y el desarrollo local sustentable.

Más allá de que es necesario esperar a que se “aquieten las aguas” para hacer una evaluación más consistente, hay algunas cosas sobre las que pareciera posible anticipar algunos criterios.

Recordemos en primer lugar, que dentro del capitalismo actual, coexisten y compiten dos modelos, que, sin descreer de los principios básicos liberales, articulan de diferentes modos los componentes del sistema.

El que a nosotros nos resulta más familiar es el capitalismo “anglosajón”, que intenta optimizar sus resultados económicos en el corto plazo, confiando, básicamente, en el mercado, reduciendo la planificación y la intervención estatal a escalas mínimas.

Mientras que, con un nombre menos repetido, el capitalismo “renano”, busca la optimización de sus resultados en el mediano y largo plazo, para lo cual se valorizan la planificación y el control, se estimula la internalización de costos sociales y ambientales y se restringe la primacía del mercado.

Se trata de matices, pero de matices muy importantes en lo referido a la libertad de mercados, a la intervención estatal y a la planificación económica general.

Por su parte, y haciendo una gran generalización, dentro del marco del capitalismo anglosajón se prioriza, en los hechos, el rol de las corporaciones, mientras que dentro del contexto del renano, el Estado conserva su rol prioritario

En la salvaje competencia económica, el capitalismo anglosajón se impone, con bastante facilidad, al capitalismo renano en el corto plazo, porque el primero externaliza costos sociales y ambientales; mientras que el segundo los internaliza, complejizando la gestión productiva e incrementado precios finales, si bien, éste se muestra mucho más consistente en optimizar la gestión en el largo plazo.

Sin embargo, el capitalismo anglosajón, aparentemente imbatible, respecto al modelo renamo o a los planteos sociales, ha mostrado, para sorpresa de muchos, su extrema debilidad “frente a si mismo”.

La ficción respecto a la capacidad autoregulatoria del mercado, ha exhibido su evidente inconsistencia, y la fantasía de que la externalización de costos ambientales y sociales mejora el desempeño, ha llegado a su fin abruptamente.

Por otra parte, si bien los sucesos se explicaron, originalmente, como una crisis de parte del sistema financiero mundial, su evolución ha puesto en evidencia que lo que esté en juego es mucho más que eso, porque las intervinculaciones en un sistema globalizado, hacen prácticamente imposible que la disfunción de un sector, no produzca efectos en todo el sistema, aunque los mismos sean de diferente carácter que el original.

Además, en cuanto los aspectos monetarios y financieros de la economía no son ni más ni menos que fe social (traducida en los discursos como “confianza”), destruida la fe, se derrumba la estructura que la soporta dándole sentido.

(Sin perjuicio de que el caos resultante, puede beneficiar, en el mediano plazo, a los actores más fuertes del sector corporativo, que verán incrementado su poder económico y de gestión, al tiempo que también puede llegar a cambiar el orden político internacional y de relaciones entre los Estados porque no debemos olvidar que, más allá del orden de intercambios comerciales, China es el principal acreedor de los Estados Unidos y el debilitamiento económico de USA, puede desequilibrar los respaldos de la estructura productiva china.)

¿Qué puede pasar?

En medio de la crisis es difícil proyectarse sobre sus posibles resultados, pero desde la mirada ambiental y del desarrollo, podemos atisbar algunas consecuencias:

La primera es que es posible que, en la economía real, haya un debilitamiento de los volúmenes de producción, lo que puede incidir positivamene en el ambiente, por una menor presión sobre los sistemas naturales.

Sin embargo, en segundo lugar, la retracción en la demanda global de bienes y servicios, en lo inmediato, va a presionar los precios a la baja en los mercados, entorpeciendo la internalización de costos ambientales y sociales por parte de los actores insertos en el mercado global, sin perjuicio de que en el mediano y largo plazo, el fortalecimiento del capitalismo renano pueda llegar a revertir la situación.

En tercer lugar, el debilitamiento de las estructuras globalizadas, va a estimular los procesos de autodesarrollo -entendidos como aquellos que se producen mediante la afirmación de procesos de satisfacción de necesidades locales, en el marco de los recursos propios, mediante el uso de tecnologías intermedias-, usualmente más armónicos con los ciclos naturales.

La síntesis, es que la crisis del mercado financiero, devenida en crisis del capitalismo anglosajón, va a cambiar los posibles perfiles de la gestión ambiental y del desarrollo local, generando nuevas posibilidades y nuevos riesgos, que habrá que asumir para aspirar a una administración inteligente de ambos.

Esto exige un cambio en el punto de vista de los líderes, que habrán de fortalecer el principio de “hacer lo que se puede, con lo que se tiene”, validando las capacidades de cada comunidad para proveer por si misma a la satisfacción de sus necesidades básicas, estimulando el “empoderamiento” de sus miembros y dejando de lado la espera de ayudas, por parte de quienes ya no podrán darlas.

Y, sin dudas, va a ser necesario generar nuevas redes de cooperación, afirmando conductas solidarias, para que cada sociedad sea capaz de contener y transformar creativamente a las personas que se verán afectadas por los cambios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece importante la opinión de Naomi Klein, que analiza los vaivenes de la defensa y aplicación del "laisse faire", y de la absoluta libertad de mercados. Puedes verla en http://www.lanacion.com.ar/1055684