domingo, mayo 16, 2010

Para construir un mañana

Creo que debemos empezar a aceptarlo.
Se han desintegrado en nosotros las imágenes con las que nos representábamos el futuro al que creíamos dirigirnos, sin que consigamos construir alternativas para ellas.
Es cada vez más obvio que ni el mundo -en general-, ni sus dirigentes -en particular-, saben hacia donde nos dirigimos.
Hemos perdido la meta y ningún mapa nos resulta útil cuando no sabemos a donde ir.
No hay vientos favorables para el navegante extraviado.
La consecuencia ineludible parece ser el fortalecimiento de las representaciones primitivas y de los saberes vulgares, con los que las culturas estructuraron sus relaciones con el mundo que les rodeaba.
El conocimiento vulgar, de orden eminentemente práctico, basado en la aparente evidencia de los sentidos, y de la inferencia inmediata que parece proporcionar la experiencia personal carece de razones, salvo las de la fé.
Lo que parece evidente a la percepción y al conocimiento doméstico se impone con la fuerza de lo irrefutable.
Si todos vemos que el Sol sale por el este y se pone por el oeste, y, además, todos sentimos que la Tierra no se mueve, ¿quien puede ser el delirante que lo niegue?.
¿Que clase de locura o de posesión demoníaca puede afectar a quien sostenga que la Tierra se mueve y que, además, gira alrededor del Sol?
Siglos de conocimientos hicieron falta para que los humanos aceptáramos que el cosmos tiene un orden que contradice la evidencia diaria.
E hicieron falta sólidos métodos de investigación y de argumentación rigurosa para que el saber se impusiera sobre la intuición vulgar.
Eso lo afirmaron Newton y Descartes, entre otros, que propusieron las bases del pensamiento que determinaría el mundo que hoy vivimos.
Pero hoy, ese pensamiento no alcanza.
La complejidad de la realidad ha superado la capacidad explicativa de ese modo de pensar, y, despojados de tal herramienta de comprensión, las personas volvemos a cobijarnos en el cálido mundo del mito, que en pocos trazos nos da razón del universo.
Asi, los fundamentalismos renacen y los principismos vuelven a imponerse, se trate de lo religioso, de lo social o de lo político.
Los modelos de futuro construidos a partir de esas miradas se transforman en caricaturas del miedo.
Sin embargo, hoy el "conocimiento" está en condiciones de comprender y de interpretar el actual punto de ruptura de la cultura a escala global.
Los que hoy tratamos de "saber" estamos en condiciones de hacer fascinantes aportes a nuevos modelos de mundo.
Sólo es necesario asumir que lo estamos, y, en consecuencia, decidirnos a dar pasos activos que nos acerquen a constuir una imagen posible del futuro luminoso que queremos.
Una imagen que sirva de guía confiable en esta etapa crucial de la vida y de la cultura del planeta.