miércoles, febrero 15, 2012

Argentina. Fueron las papeleras, hoy es la megaminería

Cuando se mira a la Argentina desde el exterior, se ve a un país poblado de personas amables, inteligentes y cordiales, pero con una increíble inclinación para generar fantasías sociales, en las que depositan su fe de modo compulsivo, más allá de toda racionalidad.

El conflicto que los argentinos plantearon al Uruguay, hace algunos años, por la instalación de una pastera en la localidad de Fray Bentos, que tenía (tiene) una tecnología infinitamente más moderna y menos contaminante que las decenas de pasteras argentinas, que siguen deteriorando grave y alegremente a lo largo y ancho del país (con consecuencias gravísimas para ecosistemas propios y compartidos, como la del Alto Paraná en relación a Paraguay), parecen el antecedente psicopático de la batalla que hoy algunos emprenden en contra de la megaminería.

Combatir en forma genérica la megaminería, no es demasiado diferente a combatir en forma genérica a la matemática o a la astronomía.

La minería es la actividad más antigua de los antecesores de los seres humanos, ya que tiene casi cuatro millones de años de antiguedad y es la base de la cultura, que para su desarrollo y en los componentes que utiliza, depende absolutamente de ella.
¿Como podríamos tener cuchillos y tenedores, llaves, relojes, anteojos, bicicletas, autos, aviones, teléfonos y computadoras, y cuanto otro objeto se nos ocurra, sin minería?

Por su parte, que se trate minería de superficie o de profundidad, y que su carácter sea "macro", o "micro", no depende -en la mayoría de los casos- de cuestiones políticas, sino técnicas y de localización, y de tipo y ley del mineral.

Por supuesto que eso no justifica que todas las explotaciones se puedan llevar adelante en cualquier lugar y a cualquier costo. Porque aun reconociendo que todas las actividades humanas transforman (y como tal, deterioran) en mayor o en menor grado el ambiente, debemos tener en cuenta que para regular las explotaciones, existen herramientas técnicas y de gestión que es necesario aplicar en cada caso concreto, autorizando o negando la posibilidad de realizar la explotación, luego de evaluadas las variables inherentes a cada situación puntual.

Lo preocupante es que, como en el relato de los molinos de viento de Don Quijote, una parte del pueblo argentino -junto a muchos de sus dirigentes- parece tener una especial tendencia a mitificar, generando enemigos en contra de los cuales lanzarse y batirse, aún en oposición a toda razón.

Pero esto no es todo.

Cuidado!

Estamos empezando a hacer lo mismo con la reivindicación respecto a las Islas Malvinas..., pero eso será motivo de otro post.

Hasta la Próxima.