domingo, enero 20, 2002

El Futuro Argentino está en nuestras manos.

Enero de 2002.

Sumergidos en múltiples torbellinos de acontecimientos sociales violentos y caóticos que tienen a la Argentina por escenario, parecemos incapaces de librarnos de la confusión, y mirarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, con la mínima serenidad de juicio que nos permita asumir las conductas y los roles que colaboren a resolver los conflictos en los que estamos inmersos.

Repentinamente, el mundo parece haberse derrumbado y sólo se oyen acusaciones y expresiones de resentimiento y rencor.

Todo es desesperación y pesimismo.

Y el mañana se ha esfumado en la incertidumbre.

Pareciera que es tiempo de recordar aquellas palabras de Alberto Einstein: "El mundo que hemos creado como consecuencia de nuestra forma de pensar, tiene problemas que no pueden ser resueltos, pensando del modo en que pensabamos cuando lo creamos".

Es probable que ningún miembro de nuestra generación recuerde una crisis tan profunda como la actual, porque aun en la época de la guerrilla y de los enfrentamientos internos armados de los años '70, a pesar de la conmoción social que entonces vivíamos, había creencias firmes y certezas indudables, sobre las que las personas actuaban.

Los setenta fueron años de emblemas y banderas que daban razones para vivir o para morir.

Hoy no hay estandartes, y las únicas banderas de lucha consisten en exigencias de dádivas y limosnas, que los sectores sociales empobrecidos reclaman, como un derecho, a los grupos de poder que hasta hace poco eran apoyados y vivados por aquellos.

La sensación general, es que no hay ninguna salida.

Que nosotros no podemos hacer absolutamente nada.

Que fuimos víctimas de un poder irreductible.

Y que sólo ese poder puede volver a salvarnos.

¿Y es que acaso nosotros no fuimos responsables de nada?
¿No tuvimos ningún grado de culpa en los sucesos que nos han tenido por parte?

Como adolescentes caprichosos, culpamos al mundo del fracaso de nuestras fantasías infantiles, olvidando las complicidades con que construimos día a día la catástrofe de nuestro mundo cotidiano.

Hoy, como hace ya bastante tiempo, los organismos internacionales repiten una frase que parece sonar misteriosa. "Elaboren un programa de gestión, y luego conversamos".

Un verdadero misterio, para quienes siempre hemos despreciado los proyectos y programas, porque nuestra picardía y nuestra "viveza criolla", necesitaban del solapado oportunismo y del pensamiento superficial que la planificación excluía; y porque la abstracción compulsiva que caracteriza nuestra cultura local, nos aleja sistemáticamente de la acción.


La Construcción del Futuro.

Pero, sobre ese campo desvastado de nuestra propia identidad absolutamente frustrada, se alza el compromiso de legar a nuestros hijos un futuro sustentable y digno.

Así como, a casi todos, se nos escapa el manejo de lo macro económico y de lo macro político, todos sin excepción tenemos diversos grados de gobernabilidad sobre nuestros mundos domésticos.

Y es ese el espacio de la construcción posible.

El desarrollo local no es un utopía.

La generación de mecanismos de autoproducción y autodemanda.
La revalorización de los instrumentos de gestión.
La utilización de los instrumentos de información y comunicación.
La profundización en las nuevos recursos de conocimiento, que permiten la comprension y el manejo de la complejidad.
La estructuración de redes de asistencia y contensión recíproca.

Son algunos de los innumerables medios de construcción que tenemos a la mano.

Tanto en el "Estudio IG", como en "Apadre", venimos trabajando desde hace muchos años en esa construcción de lo social.

Hoy te invitamos a hermanarnos en un abrazo solidario, a seguir creyendo en nosotros mismos, y a seguir trabajando en la construcción del mundo que queremos.

Hasta la próxima.