domingo, febrero 11, 2001

Trabajo Teórico y Práctica Social


En el artículo anterior hacíamos referencia a la dificultades que nos plantea la participación comunitaria, en nuestro desempeño en la República Argentina.

Otro aspecto de esa dificultad la vivimos en nuestro propio trabajo interno, en la medida en que la articulación de la gestión de especialistas en diferentes disciplinas genera problemas cuya resolución no parece ser del todo ajena al tema de la participación.

Nuestros equipos de trabajo (tanto en el Estudio IG, como en Apadre) están conformados por grupos interdisciplinarios, que si bien son convocados para cada asunto puntual, tienen -en su mayoría- una historia de trabajo común que les hace conocerse, uno al otro, en sus capacidades y sus debilidades, tanto como en sus posiciones personales y teóricas.

A pesar de ello, la conformación de cada identidad personal, cristalizada en el marco de sus prácticas profesionales, repite análogas discusiones, en las que cada uno se enmarca -con cierta tozudez- en sus propios paradigmas disciplinares, eludiendo una u otra vez el encuentro de espacios de reconocimiento recíproco (en algunos temas especialmente críticos).

Esto también se traslada a la práctica, que con relativa frecuencia se frustra porque los esquemas teóricos que las diferentes corrientes proponen como métodos de interpretación o de gestión, se pretenden aplicar tan estrictamente, que adquieren más fuerza que la misma realidad a la que terminan negando y pretendiendo sustituir.

La consecuencia es que intelectuales de prestigio se ven imposibilitados de actuar sobre la estructura de los hechos que les rodean, porque no pueden asimilar las diferencias entre esa "realidad" y sus "teorías".

Y ante una realidad que les niega, sumada a la rigidez de sus estructuras teóricas que les impiden modificarlas, terminan sumergiéndose en la laberíntica tarea de encontrar las filigranas de una construccíon intelectual sin encuadre ni fijación material, que sólo sobrevive por la pretendida coherencia interna de un razonamiento lineal, y el (sorprendente) respaldo académico que ese modo de pensar obtiene.

Esto es más visible cuando se pide la colaboración de varios profesionales de la misma disciplina, pero que están formados dentro de distintas escuelas de pensamiento y que, por ello, tienen diferentes enfoques teóricos.

Las interminables discusiones que entonces se producen son clara expresión de una parcialidad cubierta de interminables razones, que no alcanzan a explicar porque, varios excelentes teóricos, pueden disentir tanto y de tal modo en nombre de la misma "verdad".

Esto suele ir acompañado de un alejamiento progresivo de una práctica social que, además de hacerse cada vez más lejana, deja de ser patrón de validez.

Una escisión entre teoría y práctica se suma a la fractura que marca la falta de participación comunitaria en la búsqueda de los logros a los que se aspira.

Por ello, el problema de la participación comunitaria a que hacíamos referencia en nuestro pequeño artículo anterior, no es ajena a la forma en que nuestros dirigentes y técnicos ven el mundo que pretenden orientar y conducir .

En Argentina la escisión entre el pensamiento y la acción (esa escisión que a Ortega y Gasset le hizo decir "argentinos, a las cosas..."), es otro aspecto más de las dificultades que plantea la gestión comunitaria.

Seguimos esperando sus opiniones para continuar con este diálogo, en: opiniones@estudioig.com

Hasta la próxima.

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